Sentimientos en hipérbole

11/11/2019

A veces, oigo a la gente que me rodea. A veces, presto atención a los comentarios que hacen sobre mí. Abro los oídos y los ojos ante sus críticas. Me fijo en sus labios que se abren y cierran y trato de no ignorarlos. Me fijo en los lunares que decoran sus pieles mientras pronuncian lo que parecen halagos y me doy cuenta de los diferentes matices que puede tener cada mechón de pelo. Me percato de como fluye a borbotones la sangre por aquellas venas superficiales que le dan un tono violáceo a su tez cuando sugieren hablar sobre mis defectos y me pregunto a qué velocidad fluirá su sangre. Me quedo pasmada pensándolo hasta sentir el calor de una mano sobre mi hombro que me hace salir de mi imaginación. Como si realmente antes no lo hubiera hecho, mantengo los ojos abiertos y fijos en los de quién me está mirando. Busco emoción y adjetivos llenos de hipérbole que describan el momento. Trato de sentirme llena y vacía en esta experiencia. Busco hacerme pequeña hasta poder hundirme en la negrura de sus penetrantes pupilas y una vez allí, jugar a las tinieblas. Me llama exagerada y melodramática, dueña de mi propio teatro en el que yo soy todos los personajes y me disfrazo de directora. Me pregunta que por qué lloro y yo solo quiero fundirme en la tristeza hasta hacerla mía y guardarla en el lugar más remoto, pequeño y rezagado de mi alma. Frunce el ceño ante mis carcajadas y yo no puedo parar de sonreír queriendo sentir contraídos y estirados, hasta doler por el esfuerzo, cada uno de mis músculos, hasta tener la certeza de que el recuerdo de la felicidad perdurará por más tiempo. Están abatidos, no encuentran sentido ni justificación y yo solo quiero ser exagerada, excesiva, extremada, gigantesca, aparatosa, descomunalmente dramática, trágica, espectacular y terrible.

-M.

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